jueves, 22 de agosto de 2013

Amarte con el odio (parte 1)

- Tienes algo raro- le dijo él.
- ¿Ah sí? ¿Y qué es?
- Quizás está en la forma en que tomas ese cigarro.
- ... - exhala el humo por la ventana.
- Lo tomas con orgullo. Como con cierta arrogancia.

Se miran. Le lanza una bocanada a la cara y ríe. Él cede a la risa.

Hacía tiempo no se encontraban desnudos, ambos al mismo tiempo sobre la cama. Lo irónico es que han usado siempre la misma cama para las mismas actividades: dormir, despertarse, leer un poco (cada quién lo suyo), e incluso para tener sexo.

Quizás era el efecto del vértigo el que hacía que se acostaran de esa forma. Él, con su cabeza sobre su vientre.

- Sí, es cierto- respondió-. Me siento diferente.

Guardaron silencio. Él esperaba algo, un comentario más. Nada. Se estiró para alcanzar un cigarro más.

- ¿Por qué no me masturbas?
- Hace mucho no lo hago-dijo él-, no sé si recuerdo cómo te gusta.
- Sorpréndeme. Quizás ahora me gusta más que antes.

Le empezó a acariciar primero las piernas. Una mano por el trasero, la otra a la altura del ombligo. Una por el pecho, la otra le acariciaba el sexo. Con las uñas comenzó a apretar su espalda, ligeramente, después más fuerte y dio un rasguño ágil que le dejó tres franjas rojas que iban del hombre derecho hasta la nalga izquierda.

- ¿Por qué paras? Parece que alguien tiene nuevas mañas.
- Deberías ser tú quien por vez primera me masturbe a mí.

No hubo reacción de su parte. Se volvió a tirar a la cama y volvió a darle una calada a su Camel. Él volvió a esperar (por enésima vez) y apretó los puños.

- ¿Sabes?- termina su cigarro- Creo que me tengo que ir. Tengo cosas que hacer.
-Siempre tienes cosas que hacer.
- ¿Perdón?
- Que tenemos que hablar.
- Ok...
-...
- ¿Quieres hablar y no hablas?
- Es que...
- ... ¿Sí?
- Espera, es difícil. Siempre lo ha sido.
- Sí, siempre ha sido así- dijo, mientras él soltó por primera vez sus puños.

- Tienes algo raro.
- Sí, eso ya me lo habías dicho. Pero empiezo a creer que el raro aquí eres tú.
- Sí, puede ser.
- ¿Ya ves? Entonces, ¿qué tienes?
- No sé...
- Claro que sabes. A ver, ¿estás enojado?
- No... digo, no sé.
- ¿Quizás algún problema conmigo?
- No sé... no creo que sea un problema.
- ¿Son varios? Ja, ¿qué va a ser? ¿A poco ya no me amas? Ja ja.
- ...

En todo el tiempo de conocerse jamás le había escuchado titubear, pero su silencio, también por primera ocasión, le causó un temblor a su sistema. Los pilares, el suelo, los muros, toda su concepción que tenía de su persona y de su relación comenzó a flaquear.

- ¿No vas a decir nada?
- No, es que no sé. A veces siento que te amo, otras veces... es distinto.
- ¿Cómo distinto?
- A veces creo que...
- Carajo, ¿qué pasa?
- A veces te amo, y a veces creo que desearía matarte. Así, vengarme por estar siempre aquí encerrado. Por no poder decirte lo mucho que me lastimas...
- ¿Estás...?
- Lo curioso es que es ese dolor el que me hace amarte. Mientras más me dueles, más deseo estar contigo. Más me sometes. Y ya no puedo...
- ¿...hablando...?
-...soportar vivir en esta contradictoria coexistencia.
- ¿... en serio?

Claro que él hablaba en serio.

- Es que creo que te amo con odio. Y mientras más te odio, más te admiro y creo que entonces más te deseo y te amo. Y amarte más me hace necesitarte más, que me lleva a resignarme a quedarme en este oscuro cuarto, esperando que voltees a verme. Que algún día me preguntes cómo estoy, o si me estoy sintiendo bien, si estoy estable, o si necesito salir al mundo y vivir un poco más.
 No, tu egoísmo y tu completa dedicación a tus cosas y a las nuestras (por consecuencia) me destruyen. Pero al mismo tiempo me dan esperanza de las cosas que pueden cambiar, de lo erótico de estar fuera, de estar lejos, de tener vida, de hacer el amor y de cambiarlo todo. Y así es como al amarte vuelvo a odiarte.

Nuevamente el silencio. Él tomó su ropa se vistió, dejando a la otra persona muda.

Antes de salir, se vio al espejo por última vez y con el puño lo destrozó en un solo golpe. Sólo los restos del espejo quedaron en el suelo, como anticipando la ruptura entre estas dos almas. No había forma de matar sin morir en el intento, no hay forma de romper el espejo sin escurrir sangre.

El espejo estaba roto.

Los pedazos, regados

La libertad, fragmentada.

El odio, desatado.

El amor, enclaustrado.

Al salir él de la habitación, tomó un pedazo del cristal del suelo. Comenzó a escribirle una carta que quizás nunca le enviaría, y que de hacerlo quizás nunca leería. Se observó una última vez en el espejo. Era cierto, tenía algo raro, y creyó que era en la mirada.

domingo, 28 de julio de 2013

Universos paralelos

Cuando uno se pregunta lo que pasaría en un universo paralelo, lo hace pensando que en efecto ese universo no existe. Es jugar a la patafísica. Nunca he sabido qué clase de personas se colocan en las mejores situaciones, o cuáles se centran en las más catastróficas, pero lo que es casi un axioma es que todos han viajado imaginariamente a través de un agujero de gusano, o alguno de esos artilugios incomprendidos de la cosmología o la teoría de la relatividad.

Aunque debo ser sincero, yo jamás me lo pregunté. Preguntárselo, decía yo, era exactamente lo mismo que perder el tiempo cuestionándonos qué pasaría si los ángeles respondieran todas las plegarias, o si el gato de Schrödinger estaba vivo o muerto.
(¡quítate de problemas y abre la maldita caja!)

Aún no se me bajaba la erección cuando me preguntó
- ¿Cómo cogerías en un un universo paralelo?
- ...
- No seas aguafiestas, piensa un poco de eso.

No dije nada, me puse los bóxers y un pantalón y salí a prepararme un café,
(sabores amargos para preguntas amargas)
pero ella no parecía ceder.
- ¿Cogerías como algún animal? No lo sé, quizás como pato o como cocodrilo. ¿Te imaginas que en un universo paralelo seas un mandril?
- ...
- Yo creo que te dejarías domar. Ya sabes, te dejarías amarrar y dar de latigazos.
- ¿Cómo sabes que en estos "universos paralelos" se es el antónimo de lo que vivimos? ¿Acaso sólo existe un único universo paralelo?

(Sí, es cierto, nunca hay que debatir racionalmente lo que los y las artistas toman como inspiración para crear)
Para disculparme por mi actitud racionalmente arrogante la busqué en su departamento. El resto de la banda no dejó de tocar cuando entré. Una versión verdaderamente decadente de "You know who I am" de Leonard Cohen. Y su mirada, esos ojos...
(If you should ever track me down, I will surrender there)
En ese momento, al verla tan dentro de la guitarra,
(o la guitarra tan dentro de ella)
entendí un principio básico: para la música, no existe razón.

No sabría decir si mi descubrimiento me produjo excitación o angustia. Tampoco sé decir lo mismo de su presencia (o la mía, en este caso), pero cuando todos los demás se fueron
- ¿Nos vamos?
No dijo nada, sólo me vio. Una sonrisa resignada. ¡Bendita música, emoción ajena a la razón!
(Well I am the one who loves changing from nothing to one)

Ese día por la tarde, después de ir a un concierto en la explanada del CENART, fuimos a comer. En la entrada, ella se emocionó y corrió a abrazar a un hombre alto, que iba acompañado de una mujer... ¡Qué mujer!
(You've stared at the sun...)
- ¿Cómo has estado? ¿Qué estás haciendo ahora?- le preguntó el hombre.
- Bien, sigo con la banda.
- ¿Aún en la onda psicodélica?
- No, estamos más en un período menos experimental y un poco más clásico. Ya sabes, de Leonard Cohen para abajo en la escala depresiva.
(Silencio. Nadie opinaba)
- ¡Qué grosero! Perdón, no me presenté- a mí-. Yo soy Luis, músico también. Ella es mi novia Gaby.
- ¡Qué tal! Un gusto- dijo ella.
- ¿También le haces a la música?- pregunté.
- No, soy matemática.
Nosotros reímos, y ellos no entendían nada.
- Perdón, es que él también es matemático.
- ¿En serio? Vaya coincidencia- dijo Luis.
- Como universos paralelos.
(... you... know who I am...)
- ¿Y a qué área de las matemáticas te dedicas?
- A la topología en general, ahorita estoy un poco más dentro de la Topología Diferencial, ¿y tú?
- Sistemas dinámicos.
Las conversaciones tomaron rutas ajenas. Una auténtica cruz de comunicación por como estábamos distribuidos en ese momento, de frente.

No dijimos nada en todo el camino.

Nada.

Excepto un par de palab...
- ¿Sería bueno intent...?
- Sí, lo sería.

Silencio. Ese día fuimos a la cama y cogimos como animales.

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- ¿Dónde está Luis?
- Dijo que iba a ver a una amiga de hace años. ¿Qué le dijiste a tu correspondiente?
- Que estaría con una amiga.
- ...
- ...
- ¿Quieres café?
(Sabor amargo para conclusiones amargas)
- Por favor- me entrega la taza. Es bueno, se ve que es matemática.- ¿De qué trata el problema que querías plantearme?
- Es un problema de topología que se relaciona con lo que tú haces. La pregunta es sencilla, si suponemos la existencia de al menos un universos paralelo al nuestro, que está en constante movimiento, ¿existe algún tiempo finito en que se intersecten estos universos? ¿Qué ocurriría en ese caso?

Los dos lo entendimos. No se trataba de un modelo matemático, ni de una teoría que revolucionara a la ciencia. No. Esto era un experimento. Observamos el problema cuando nos encontramos por primera vez, ambos analizamos y planteamos las mismas hipótesis, y venía a entrar a juego la parte de la experimentación. Había deseo, una tensión sexual que pudo hacernos lucir nuestros genitales con tan sólo chasquear, o producir un sonido, o... música.

- ¿Te molesta si pongo algo de música?
- No te basta escuchar música todos los días, ¿verdad?
- Es que la música es emoción pura. No hay razón, todo se basa en los sentimientos.

Tomé un disco al azar. Leonard Cohen (otra vez). Me pregunté si a ella le estarían pasando este tipo de cosas, ¿tomaría él un libro y encontraría uno de topología? ¿Hablaría ella de las leyes dinámicas de esta coincidencia? Hay ocasiones en que me gustaría tanto hablar con el Demonio de Laplace...

- ¿Qué te pasa?
- Esto marea- le dije mientras entrábamos a su habitación, preguntándome una y otra vez por qué cuando la razón estaba siendo puesta a prueba es cuando más música necesitaba en mis oídos, en mi cara, cuando más náuseas comenzaba a sentir...
(And I will leave you one broken man)

- Tengo curiosidad por saber cómo coges- me dijo. Y sí, definitivamente perdí.
(I am the distance you put between all of the moments that we will be)
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- Si la música es emoción pura, ¿qué ocurre cuando compones sin saber exactamente qué sientes?
- ¿Cómo puede pasar eso? Digo, el no saberlo.
 Tomó un cigarro, dejando caer las cenizas sobre mi vientre desnudo.
- Oye, tengo una pregunta, ¿te agarraste a Gaby?

No respondo. No sé qué sentir. Pero no es música de lo que hablamos, sino de ciencia. De experiencias, de hechos y de verdades.

- No creo en los universos paralelos.

(You know who I am...)


viernes, 29 de marzo de 2013

Pieles

I


- Tienes piel maya.
- Sería más preciso decir piel mexica.
- Muy bien, piel mexicana.

Mis dedos tenían la sensación de estar recorriendo agua convertida en cabello. Agua dorada. Un riachuelo de oro molido diluido en el fluir de sus ideas. De su cabeza. Ella me acariciaba la espalda, contemplando cada uno de sus rasgos latinos.

- Disfruto sexo con mexicanos. Son hot. Passionate.
- Y tenemos penes grandes.

Ella ríe. Muestra esa sonrisa de comercial. Una dulce mirada, sí señor. Apaga el brillar de sus dientes con sus labios hechos un piquito. Su boca en mi espalda pasando por todos los lunares que reposan en ella, bajando de los hombros, a un lado de las costillas, en el coxis y en mis nalgas. Mientras lentamente bajaba por ella, dejaba escurrir sus senos en mi dorso desnudo. Sus pechos corriendo por mis piernas, separados por un cañón formado entre la arena y la cordillera de mis extremidades.

Así su boca, esa perfecta cavidad inglesa, llegando a la punta de mis pies. Erótico, por Dios que lo era. Sentir el frío de la fina arena caribeña humedecida y su calor ausente, absorbido por la noche. Y como la ruptura a la sinfonía, su sexo cálido resbalándome. ¡Ay sus manos, su boca y su sexo!

- Tenes spots en el espalda. Just like the jaguar. Ustedes siempre huelen alcohol en sus boca.
- Somos nietos del maguey. Hijos del tequila y del mezcal.
- Me gusta mezcal.

Y con toda la picardía de una niña consentida se sentó sobre mi miembro para robarme la botella. Dio un trago profundo sin poder evitar encoger la cara.

- Ustedes mexicanos estar locos. Sólo los locos poder beber esto.

Reímos. Una risa sincera. Lo estamos, pensé, siempre lo hemos estado.

Silencio. Miradas. Vuelve la risa cómplice.

Ella vuelve a beber y hace un buche. No es asco, pero el mezcal suele quemar la boca. Baja la frente y contempla mis ojos mientras bajaba toda su faz a mi entrepierna. Mi pene quedó sediento, de su saliva y el mezcal. Erecto, sin duda, pero helado. No, más bien caliente. Por eso, estaba ebrio.

- Drink- me dijo.

Tomé el resto de la botella y dejé que escurriera su contenido por mi esófago, sin saborearlo.

Perdí. Estaba listo para rendirme ante los hechizos de esta bruja de la línea de Merlin. La empecé a besar fuertemente, bebiéndome los restos de licor que quedaba en su lengua.

- Stop! No así como ir a pervertir inocent english girl- dijo.

Ella con sus ojos felinos, sus pómulos abultados y un pequeño hoyo en su mejilla. Toda sensual, tan primer mundista y tan humana. No, no lo era. Jamás. Al final, no era más que su mecsicano trabajando para ella, mano de obra barata (al precio de un cuerpo de diosa entre mis dedos).

Tomó mi mano y la arrastró entre sus pechos, por su vientre plano hasta su sexo. Introduje dos dedos, luego tres, medí su profundidad. No la decepcionaría. Intercambié mi mano por mi pene, empujando hasta el último recoveco de ese agujero británico.

Si existe una experiencia sexual que cualquier hombre debería vivir es la de escuchar gemir a una inglesa. No sabría decir si se vuelven más elegantes o si pierden completamente la propiedad, pero esta mujer tenía unos gritos particularmente sensuales. No es lo mismo escuchar un alarido gringo que dice "O foc!" a un cachondo "Ou mai gaaod" como el de mi, en ese entonces, acompañante.

Sólo en una situación me pude haber imaginado de esta forma: secuestrado por narcotraficantes. Pero no, allí estaba yo desnudo, a media playa, con la ligera brisa del amanecer refrescándome las pelotas como consecuencia de un breve e improvisado encuentro con una mujer, cuya única estela fue un mechón de cabello rubio.

Por supuesto que lo tiré al mar. ¿Pues qué creía esta tipa que haría yo con él? ¿Recordarla? ¿Por siempre?






II

- ¿Qué te ha traído a México?
- La aventura.
- ¿Qué haces en Yautepec?
Sonríe.
- Buscando quien me guíe a la aventura, tío.
Es claro su mensaje. A decir verdad jamás había gozado tanto de la rumba flamenca. Me arrebató diez pesos, corrió a la rocola y fue por mí con toda la cadencia de las españolas. Clásico: movimiento de hombros, daba vueltas, movía las caderas y hacía ademanes con las manos.

Se colocó frente a mí. La tomé de las caderas. Acerqué las mías a su trasero. Por supuesto que lo sintió... Sí, hasta lanzó su brazo derecho detrás de mi nuca. Acercó nuestras bocas. Un poco más. Se rozaron.

¡Coqueta!

Se dio la vuelta y me tomó de las manos, arrastrándome a bailar. En el camino tomamos los cascos de cerveza y brindamos. ¿Por qué? ¡No sé! ¿La aventura? Quizás. 

- Bueno tía, suéltalo que lo vas a sofocar -le dice un amigo.
Carajo, me fascina su sonrisa pícara. Lo veo y con sólo un levantar de cejas afirmo mi deseo de que me asfixie si es lo que quiere.

- Mi turno - le dije, y corrí, puse diez pesos más. 
Créditos: 3. La pregunta, ¿qué 3 canciones pondré?

1: El ídolo (Adanowsky)
Tomé toda la actitud rocker y subí al escenario. Un tequila por favor, y con la garganta abierta tomé el micrófono abandonado y comencé a imitar al sensual Adán Jodorowsky. ¿El ridículo? Ya lo creo, pero ella parecía contenta.
La gente se empezó a conglomerar alrededor de ahí, un par de tipos comenzaron a corear. Otro tequila por favor, y me abrí la camisa. Me la quité... No, más bien, me la quitaron el grupo de extranjeras que venía con la española... Y entonces sí, descubrí lo delicioso de ser un rock star.

- Joder, que me la eshtoy pathando increíble. Pero thi no me ponesh a bailar pronto me quedaré dormida.

2: Cumbia sobre el río (Celso Piña)
- Esto me recuerda a mi ciudad natal- le dije.
- ¿Viveth therca de un río?
- No, pero bailamos mucha cumbia.
- Sos un memo.
- Ya lo creo.

Sin duda esperaba una música más sensual, pero era inevitable mostrarle los bailes más ridículos de los barrios bajos del Distrito Federal. En aquel bar, los chilangos suelen reunirse (de hecho, casi estoy seguro de que la dueña es defeña), así que el ambiente comenzó a subir de ánimos. No hay un citadino que después de unos tragos, y sobre todo con pieles extranjeras cerca, no se animen a bailar.

Me recordó un tanto a las clases de baile que hay en los comedores estudiantiles de la UNAM, una cantidad considerable de personas enseñando a otra cantidad aún mayor los pasos básicos. Yo sólo tenía ojos (y manos para una).

¿Cómo no iba a ser así? Cuerpo delgado y blanco, cabello negro, ojos gitanos y unas caderas bien pronunciadas. Ya no hablemos de sus nalgas. Me contuve por no tocarlas.

-¿Quieres agarrarlas?- me preguntó-. Entonces pon algo más sensual. Algo muy como tú, muy mexicano.

Al inicio pensé en el Danzón No. 2 de Arturo Márquez. Pero opté por algo más "pegadito".

3: Naila (Lila Downs)

- A esho me refería, joder.
Tomé una de sus manos y con mi brazo derecho tomé sus caderas. Paso lento, miradas fijas. Movimientos juntos, cercanos, sensuales.

Y entonces cedió. Me soltó un besote colocando sus dos brazos detrás de mi cabeza y parándose un poco de puntas. No pude más que saborear y seducirla con la lengua, tomarla de la mano y llevármela al baño. Tampoco pude menos que meter mi mano por debajo de su falda hasta estimular una y otra vez su clítoris, recargarla sobre la pared y girarla bruscamente. De frente, el espejo. Y veíamos cómo le acariciaba sus senos mientras le agarraba de las greñas. Mano izquierda, su seno izquierdo; mano derecha, su sexo. 

Iba a comenzar a quitarle la blusa cuando de repente se abrió la puerta (juro pensé haberla cerrado). Entró una mujer alta, güera y flaca. Francesa, pensé. Los dos la volteamos a ver, y ella no supo cómo reaccionar. Nos miramos los tres durante unos segundos.

Corte. Cambio de locación.

Tan pronto la francesa abrió la puerta empezamos a aventar zapatos  por doquier. Lo más erótico fue el sentir la triple desesperación por estar desnudos, esa prisa por reventar botones y cierres, esa necesidad de rozar piel con piel. Células epiteliales de tan distinto origen genético. ¿Será que el contacto entre los distintos fenotipos provoca una producción de hormonas en cadena?

Un orgasmo por aquí. Joder. Otro orgasmo por allá. Mon dieu. Uno más rápido. Dale tío, dale. Uno llevado al extremo. Qu'est que tu as fait? Y como toque final, la eyaculación desenfrenada de un pene que durante horas demandaba poder expresarse en el único lenguaje que conoce: el de los fuidos.

A diferencia de otras veces, me desperté muy temprano, casi antes del amanecer. Calenté un poco de agua y me preparé un café. Pensé en regresar a la cama con un poco de pan para todos, pero al acercarme a la puerta de la habitación escuché los inevitables ruidos del desprendimiento de los labios, la respiración evidente de la tensión sexual, los roces de las piernas y los brazos con las sábanas.

Me senté en la sala y tomé mi café con pan. Me vestí, tomé mis cosas y empecé a escribir una nota (aunque no supe a quién de ellas dirigirla). Opté por dirigirla a alguien más, a mí por ejemplo.

"Hola, como puedes ver decidiste irte. Gracias por cooperar sin rechistar con su plan original. Todo salió como lo planearon. ¡Ah! Una cosa, no olvides recoger todas tus cosas. No querrás darles más elementos para recordarte, ¿o sí?"

Subí a mi auto. Encendí el radio y me dirigí a una casa que tengo cerca. De fondo se escuchaba "Young Lust".






III

Las colecciones de una persona pueden ser tan variadas que casi podría pensar que cada quien tiene una distinta para sí mismo. Yo, por ejemplo, colecciono momentos sexuales. Los comparo como un niño lo haría con las estampas de álbumes. No todos tienen que ser buenos, no todos los que parecen terribles son desechables. Me gusta llenar mi récord de encuentros internacionales.

Sin embargo, descubrí que el producto nacional tiende a ser tan diverso y tan complejo que merece tener una sección propia y amplia en la sala de exposición de sexo mexicano.

Una vez formé parte del comité organizador de un Congreso Nacional, y yo fui el encargado de registro y hospedaje. Para ese entonces pude conseguir un patrocinio en un hotel bastante lujoso, en donde todos nos quedaríamos.

Para no hacer el cuento largo, en una de las noches del evento recorrí los cuartos pidiendo datos para justificar gastos principalmente de alimentos. Al llegar a la habitación 202 (¡cómo olvidarlo!) encontré a todas las participantes del Congreso reunidas, preparándose para salir a divertirse.

Era demasiado estrógeno contenido en tan pocos metros cuadrados. Tartamudeé y no pude pronunciar palabra alguna. Una hidrocálida apareció detrás de mí, cerrando la puerta con seguro mientras el resto aproximaba sus bocas a cualquier zona de mi ser.

Me propusieron el siguiente juego, yo debía leer la lista que traía y tratar de adivinar a quien de ellas correspondía. En caso de no adivinar, a la chica a quien le asignaba el nombre erróneo tenía el derecho de hacerme lo que quisiera, en caso de adivinar yo podía pedir lo que fuera de ella. Por lo menos conté 32, una por cada estado.

Mariana Caballero, y ¡zaz! que me da un bofetón. Lorena Villa, y que me arranca el cinturón. Flor Carranza, y que me obliga a lamerle los genitales. Y Roxanna Lirio, que le atino y le pido que deje en ropa interior a todas sus compañeras. Karla Sofía Rivera, y que la besara a la muy mocha. Sandra Peralta, y que saca un látigo y me dejó roja la espalda (y erecto el pene).

Afortunadamente, mientras "abusaron" de mí durante las primeras dos horas, como no había un límite de tiempo, comencé a repetir varias veces la lista. El domado se volvió domador. Poco a poco tuve una sesión privada de gustos culposos con más de 30 mujeres de todos lados del país. A la mojigata de Guanajuato, pidiéndole que vistiera el traje de latex de otra de ellas; a la veracruzana que intentara un baile muy sensual con su comadre la de Guerrero; a las reservaditas de Monterrey y Saltillo, que se besaran y se acariciaran; a la intelectual de Ensenada que nos deslumbrara con piropos (ñeros o finos).

Pero todas al final terminaron compartiendo sus cavidades con mi virilidad.

No quiero tratar de convencerte, amigo lector, de que el sexo nacional hay que cuidarlo. No se trata de maíz, turismo o artesanías. No es que las extranjeras piensen en robar la competencia. Pero la piel, ¡oh, por Dios!, la piel de una morena chiapaneca, o la de una blanca tapatía, o la bronceadita de una sinaloense... La piel habla por sí misma, que sumado a las palabras que emergen de las bocas nacionales se vuelve una mezcla de vapores mágicos tan erótico, que sobran las velas aromáticas, empalagan los afrodisíacos y se vuelven inservibles los juguetes sexuales.

Pero lo más claro en la piel de las descendientes contemporáneas de indígenas prehispánicos, es esa extraña habilidad de hablar a través de sus poros. Al salir de la habitación, una de ellas me alcanzó y, a diferencia mía que tuve que aprenderme sus nombres, deció preguntarme el mío.
- ¿Puedo acompañarte?- me dijo. No supe responder, sólo sonreí un poco.
Y así sin más me tomó de la mano y comenzó a platicar, literalmente, hasta por los codos como cuando los rozaba sutilmente contra mis costillas. Después tomamos un café y fuimos a mi habitación. Sí, tuvimos sexo, pero ¿y qué? Lo interesante fue que nos tomamos de la mano, para decirnos todo a través de las yemas. ¡Imaginen aquellos momentos en que le pido que me masturbe hasta venirme!

Porque al final al final, no hay nada más placentero que el coger con una chilanga que sabe que durante el sexo, lo mejor es tomar de las manos y volar juntos.

(Eso no quita que los encuentros ocasionales con inglesas, españolas o francesas sean siempre bienvenidas para poner a prueba las teorías)

lunes, 4 de febrero de 2013

Hyde exorcizado



Tengo unas ganas de hacerte el amor a llanto tendido. De recorrerte no con mis manos, sino con lágrimas. Salar tu piel con una lluvia de ellas. Que se combinen con las tuyas, que nos embriaguemos de ellas.

Quiero volver a ser una muletilla onírica. Leerme al leerte, saberme protagonista de un mundo de sueño. Uno que construyas, uno donde vivamos, uno donde transformemos las inconveniencias en paisajes surrealistas. Quiero volver a tomar forma en la tinta que imprimes sobre el cuaderno, y no blanco de mensajes escuetos y forzados.

Muero por que te acerques a mí como en aquellos ayeres, que me seduzcas, que me ates, que me lleves por el sendero del pecado. Así, abriéndome la puerta del infierno si quieres. No me importa. Báilame con ese nervio de no saber si te corresponderé, con esa inocencia con la que acudías al resto del mundo para buscarme. Con esa ingenua casualidad de encontrarse.

Volver a ser un hombre de bolitas y palitos, de caos, orden y coincidencias. Sin heridas ni recuerdos, sin pasados, y miradas desviadas. Quizás dejarte y ser tu amante, y que me busques con la picardía del inicio de los tiempos, con el nervio de que nos encuentren.

Quisiera matarme y por esta ocasión exorcizar a Jeckyll. Desprenderme de él, alejarlo. Dejar que Hyde beba por esta vez el veneno y gozar desde el primer momento, sin pensar que quizás un "después" será mejor.

Desearía no haber llegado tarde...

domingo, 30 de diciembre de 2012

Querer que duela

Llevo días masturbándome sin cesar. No tiene fin, no tiene inicio. Espermatozoides nadan por billones en los ductos de esta ciudad, anidados en papel de baño, cada hora.

¿Por qué?

Por que dueles.

O porque quiero que duelas.

(Es lo mismo)

Las erecciones son permanentes. Mi pene está rojo, ardiente, arde. No hay lubricante, no. Nunca nena. Ese es el punto: arde.

¿Por qué?

Porque quemas.

Porque quiero que quemes.

(da igual)

Eyaculo sangre. Tengo llagas y costras. Y de verdad, eso es lo que quiero. Que esté herido, que estemos heridos. Él y yo, él y tú, tú y yo.

¿Por qué?

Porque duelo, pero no lesiono. Porque quemo, pero no incendio. Porque hiero, pero no mato. Y eso, mujer, es lo que necesitas. Que te piense y me duelas hasta el sexo.

Así, cuando sienta rechazo por ti y tu erotismo, o por tus labios, o tus pechos, o tu verbo, tal vez entonces, y sólo entonces descubras que también te puedo doler.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Con voz de "quiero coger"



La primera vez que te escuché pensé que tenías voz de "quiero coger". Me hablabas, sí, ¿de qué? No tengo idea. Para mí en esos momentos decías "quiero coger". Seguramente hablabas de perspectivas sociales, quizás de la teoría de la evolución, o en una de esas me platicabas sobre moda. 

No lo sé... Para mí que tú querías eso. Coger.

Instintivamente te invité a salir y accediste. El resto de los días no tienen relevancia, excepto que como enamorado te pensaba constantemente cuando me iba a la cama o me metía a bañar. Cuando me desnudaba. Insistí en recordar tu voz, y en imitarla, con esa voz dulcemente acongojada como de locutora nocturna. Eso, pensé que estarías a nada de colocarte unos gruesos audífonos y pedir a los radioescuchas una petición de alguna canción de jazz.

Yo hubiera marcado si así fuera. Si te hubiera escuchado al aire pediría que te dedicaras de parte mía alguna pieza de Coleman Hawkins. Una sensualona. Algo así como "After midnight". En una de esas te hubiera pedido que en vez de dar reflexiones vacías, te exigiría que narraras una escena erótica de alguna película. Quizás una de esas escenas de "La Insoportable Levedad del Ser" en donde Sabina porta el sombrero de su abuelo mientras se observa cogiendo con Tomás a través del espejo.

Pero no...

Después supe que jamás te encontraría en la radio, mucho menos en la televisión. De hecho supe que eras tímida y que no solías platicar tanto a menos que tuvieras unos tragos encima. Para esto pensé que serías entonces de estas chicas que suelen atorar el ruido y los gritos cuando están por llegar al orgasmo. Sí, que tu voz tenía esa textura aguardientosa como consecuencia de los gritos que le escupías a las almohadas al apretarlas con tus dientes.

(Quien fuera tu almohada...)

Dos mezcales, pedí a petición tuya. Sacaste un cigarro y lo absorbiste. Sacaste otro. Creí entender el origen de tu voz sensual. Te imaginé como una artista de cabaret frustrada, bebiendo whisky frente al piano hablando del amor a un gordo burócrata que se desprendía cada viernes de su mujer con las bailarinas exóticas. O bien, como una cantante setentera, adicta quizás también a la heroína y al sexo (quizás no cuadraba bien entonces con la timidez que me confesaste. En una de esas, hasta este momento podrías ser como esas santurronas por fuera, amazonas en la cama). Creí pues que tus cuerdas vocales, afectadas por la tos constante que te dominaba, eran consecuencia de una vida violenta, llena de adicciones y de senderos perdidos... y eso era lo que más me atrajo.

Agua de las verdes matas, tú me mimas, tú la embriagas...

Porque después de un par de horas, topaste con la puerta de mi casa sin saber exactamente lo que estaba pasando. Claro, una excelente actriz, y que te hacías la niña inocente que estaba siendo conducida a la cama, y que a la mera hora terminarías montando un movimiento acrobático mientras estuviera dentro de ti. Mojado de ti, y también del tequila. Porque como buena bailarina fracasada, tomarías una de mis botellas finas y nos vertirías todo el líquido en la piel. Para pensarte que puedes seguir gastando dinero en cosas finas para tirarlas después en una noche de sexo, a pesar de la tos consecuente de una vida de vicios.

Estaba erecto...

Y de verdad juré que te hacías la que no notabas.

Hasta tomaste de buena forma el hecho de que te empezara a dar masaje en los hombros. Detrás de ti. Acercando mi pene hasta tus nalgas. 

Y entonces sucedió...

Sucedió que ahora sí notaste mi erección y corriste atemorizada como presa a nada de ser devorada. "¿Quién te has creído?", me gritaste. Yo ya no sabía si radioescucha stalker, pianista, burócrata, adolescente, protagonista de novela, Leonard Cohen, o un ángel.

- Todos- respondí.

Y ni tú entendiste mi respuesta, ni yo tu pregunta. Que no buscabas sexo, que si lo quisieras lo tendrías constantemente en tu propia cama. Y te pregunté si tendrías el sexo que te pudo dar un pianista Leonard Cohen que fuera un ángel burócrata cualquier día. 

Tomaste tus cosas, y corriste. Abriste la puerta y antes de salir dijiste "la culpa es tuya, por hacerte ideas erróneas de mí". Y azotaste la entrada. Azotaste mi mente. Me azotaste.

Sentado en el sillón pienso lo que quisiste decir. Y mira, si lo dices porque tienes una voz de "quiero coger", no es mi culpa haber dado por hecho que así era. Si por otro lado lo dijiste porque no eras una Sabina con quien verme cogiendo al espejo, no te apures, ni tenía espejo. Y si crees que es mi culpa que nos quedemos con ganas esta noche, temo confesarte que la disposición la traía yo bien erecta... perdón, bien puesta. 

viernes, 5 de octubre de 2012

De tristezas, psicólogas y otras perversiones...

Hay una simbiosis entre la tristeza y yo, le dije. Yo le permito pasar y tomar todo lo que quiera, que destroce y tire todo, que lo incendie, o que lo empape con agua de mar. Todo se lo permito. A cambio, ella debe permitirme recordar.

- ¿A qué te refieres?- preguntó.

"Con la tristeza yo sé negociar. Cuando empieza su juego, soy su víctima y ella es el objeto de mi deseo. Cuando la melancolía empieza a invadirme, busco la forma ideal para disfrutarla"

- ¿Eso cómo es?

- Esto es algo que ninguno de su gremio tolerará. Le diré si promete no encerrarme en una de esas mazmorras.

- Pruébame.

- Bien, lo que quiero decir es que a la nostalgia la acuesto en mi cama, la dejo que me lastime, que me haga chillar. Pero al final, quien termina dominando soy yo.

- No entiendo.

- Eso, a mi la tristeza no me coge por sorpresa. De hecho, a la tristeza me la cojo yo. La agarro de las nalgas, la pongo frente a la pared y le señalo lo que le faltó mostrarme. ¡La noche, carajo, la noche!

- ¿De quién estamos hablando, perdón?

Ese día salí del consultorio para tomar mi ruta normal. Tomé un café cargado en un Starbuck's que quedaba de camino. Sabía raro, sabía distinto, sabía a bocas ajenas. Y ni modo de reclamarle a la cajera, ¿verdad? ¿Qué me diría?

- Lávate la pinche boca, cabrón. ¿A qué querías que te supiera después de lamerme hasta la cerilla de la oreja?- sí, seguro eso diría. Claro, más tierna, mencionando mi nombre, tamaño de mi pene, sabor de semen, cargado, y con un gracias como suelen entregar las demás bebidas.

A la siguiente sesión, me hizo contarle de mis relaciones personales. Que quería que le dijera qué onda con mis mujeres, dijo. Eso sí, dejé claro una cosa, yo no soy propietario de ninguna mujer, ni tampoco le pertenezco a ninguna. De cogerme a alguien, sería una "ella" que sea de cualquier "él".

- ¿Y la chica del café?

- Hice con ella lo mismo que usted haría si yo me quitara la playera y siguiéramos platicando. Usted estaría en deuda, dejaría de prestar atención a lo que le digo y, por tanto, robando mi dinero (ella se ruboriza, sus ojos voltean a ver si de verdad habría algo en mi torso digno de distracción). Yo tenía que pagar ese café con sabor a muchas bocas.

- Mejor dime una cosa, ¿te sentiste triste nuevamente?

Pobre. Nuevamente. Claro, teníamos una cita la nostalgia y yo ese mismo día. Esta vez vino con una foto que no esperaba. Ella estaba muerta, ella estaba en el portarretratos. Yo estaba en el portarretratos. Y se reía de mí, como si estuviera contenta - la tristeza - de verme derrotado. Esa noche me la volví a coger, y le dije claramente que eso era lo que esperaba. Que me señalara la noche, la purita noche.

- ¿Has pensado que esto pudo ser efecto del café?

- Sí, me queda claro que así fue. ¡Puto café sabor a muchas bocas!

- Retomemos el tema de tus parejas, ¿por qué no te haces de una estable?

(Nota: comencé a divagar en lo que eso significaría. ¿Estabilidad? ¿Que bajo una perturbación, la relación retorne al equilibrio? ¿Que oscile? Decidí cambiar de interpretación.)

- Como le dije, no puedo querer poseer a una mujer. Si alguna persona fuera sensacional, le corresponde al mundo.

- ¿Todo lo haces por los demás?

- Le corresponde al mundo, entre todo también a mí. Por algo no dejo de acostarme con personas, también me voltean a ver con deseo, ¿o no?

- Noto que te gusta que te reconozcan.

- Yo sólo pienso que hay cosas básicas en todas las cosas. Si vamos a tener sexo, de menos que me digan qué les gusta y qué no. Yo hago eso con la tristeza. Por eso llegué aquí. 

Porque le empecé a enlistar las cosas que no quiero que toque de mi habitación y le valió madres. Porque se aparecía en la mañana, y ella, como las otras amantes, debe aparecerse para mostrarme la chingada noche. Porque ya me siento indefenso ante ella, y de ser una amiga con derechos se convirtió en una femme-fatale.

Ahora yo sudaba. Me encontré abrazando mis piernas. Ella me veía fijamente detrás de sus gafas. Comenzó a guardar sus cosas. La sesión había terminado. 

- Hay una forma de comenzar a romper esta dependencia que tienes con la tristeza. Llévame a tu departamento y quítate la playera. Pasearás por todas las habitaciones, impregnando tu aroma a hombre en toda la casa. Cuando comience a tirar todas las cosas valiosas para ti, cuando te las aviente en la cara, y sobre todo cuando te lastime, habrás de gritar. Yo te voy a permitir recordar, sí, pero sabremos exactamente qué es lo que te duele. Si no funciona, estaré en deuda.



(Ah, una cosa más sólo por curiosidad, ¿cómo se ve la noche desde tu ventana?)