domingo, 30 de diciembre de 2012

Querer que duela

Llevo días masturbándome sin cesar. No tiene fin, no tiene inicio. Espermatozoides nadan por billones en los ductos de esta ciudad, anidados en papel de baño, cada hora.

¿Por qué?

Por que dueles.

O porque quiero que duelas.

(Es lo mismo)

Las erecciones son permanentes. Mi pene está rojo, ardiente, arde. No hay lubricante, no. Nunca nena. Ese es el punto: arde.

¿Por qué?

Porque quemas.

Porque quiero que quemes.

(da igual)

Eyaculo sangre. Tengo llagas y costras. Y de verdad, eso es lo que quiero. Que esté herido, que estemos heridos. Él y yo, él y tú, tú y yo.

¿Por qué?

Porque duelo, pero no lesiono. Porque quemo, pero no incendio. Porque hiero, pero no mato. Y eso, mujer, es lo que necesitas. Que te piense y me duelas hasta el sexo.

Así, cuando sienta rechazo por ti y tu erotismo, o por tus labios, o tus pechos, o tu verbo, tal vez entonces, y sólo entonces descubras que también te puedo doler.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Con voz de "quiero coger"



La primera vez que te escuché pensé que tenías voz de "quiero coger". Me hablabas, sí, ¿de qué? No tengo idea. Para mí en esos momentos decías "quiero coger". Seguramente hablabas de perspectivas sociales, quizás de la teoría de la evolución, o en una de esas me platicabas sobre moda. 

No lo sé... Para mí que tú querías eso. Coger.

Instintivamente te invité a salir y accediste. El resto de los días no tienen relevancia, excepto que como enamorado te pensaba constantemente cuando me iba a la cama o me metía a bañar. Cuando me desnudaba. Insistí en recordar tu voz, y en imitarla, con esa voz dulcemente acongojada como de locutora nocturna. Eso, pensé que estarías a nada de colocarte unos gruesos audífonos y pedir a los radioescuchas una petición de alguna canción de jazz.

Yo hubiera marcado si así fuera. Si te hubiera escuchado al aire pediría que te dedicaras de parte mía alguna pieza de Coleman Hawkins. Una sensualona. Algo así como "After midnight". En una de esas te hubiera pedido que en vez de dar reflexiones vacías, te exigiría que narraras una escena erótica de alguna película. Quizás una de esas escenas de "La Insoportable Levedad del Ser" en donde Sabina porta el sombrero de su abuelo mientras se observa cogiendo con Tomás a través del espejo.

Pero no...

Después supe que jamás te encontraría en la radio, mucho menos en la televisión. De hecho supe que eras tímida y que no solías platicar tanto a menos que tuvieras unos tragos encima. Para esto pensé que serías entonces de estas chicas que suelen atorar el ruido y los gritos cuando están por llegar al orgasmo. Sí, que tu voz tenía esa textura aguardientosa como consecuencia de los gritos que le escupías a las almohadas al apretarlas con tus dientes.

(Quien fuera tu almohada...)

Dos mezcales, pedí a petición tuya. Sacaste un cigarro y lo absorbiste. Sacaste otro. Creí entender el origen de tu voz sensual. Te imaginé como una artista de cabaret frustrada, bebiendo whisky frente al piano hablando del amor a un gordo burócrata que se desprendía cada viernes de su mujer con las bailarinas exóticas. O bien, como una cantante setentera, adicta quizás también a la heroína y al sexo (quizás no cuadraba bien entonces con la timidez que me confesaste. En una de esas, hasta este momento podrías ser como esas santurronas por fuera, amazonas en la cama). Creí pues que tus cuerdas vocales, afectadas por la tos constante que te dominaba, eran consecuencia de una vida violenta, llena de adicciones y de senderos perdidos... y eso era lo que más me atrajo.

Agua de las verdes matas, tú me mimas, tú la embriagas...

Porque después de un par de horas, topaste con la puerta de mi casa sin saber exactamente lo que estaba pasando. Claro, una excelente actriz, y que te hacías la niña inocente que estaba siendo conducida a la cama, y que a la mera hora terminarías montando un movimiento acrobático mientras estuviera dentro de ti. Mojado de ti, y también del tequila. Porque como buena bailarina fracasada, tomarías una de mis botellas finas y nos vertirías todo el líquido en la piel. Para pensarte que puedes seguir gastando dinero en cosas finas para tirarlas después en una noche de sexo, a pesar de la tos consecuente de una vida de vicios.

Estaba erecto...

Y de verdad juré que te hacías la que no notabas.

Hasta tomaste de buena forma el hecho de que te empezara a dar masaje en los hombros. Detrás de ti. Acercando mi pene hasta tus nalgas. 

Y entonces sucedió...

Sucedió que ahora sí notaste mi erección y corriste atemorizada como presa a nada de ser devorada. "¿Quién te has creído?", me gritaste. Yo ya no sabía si radioescucha stalker, pianista, burócrata, adolescente, protagonista de novela, Leonard Cohen, o un ángel.

- Todos- respondí.

Y ni tú entendiste mi respuesta, ni yo tu pregunta. Que no buscabas sexo, que si lo quisieras lo tendrías constantemente en tu propia cama. Y te pregunté si tendrías el sexo que te pudo dar un pianista Leonard Cohen que fuera un ángel burócrata cualquier día. 

Tomaste tus cosas, y corriste. Abriste la puerta y antes de salir dijiste "la culpa es tuya, por hacerte ideas erróneas de mí". Y azotaste la entrada. Azotaste mi mente. Me azotaste.

Sentado en el sillón pienso lo que quisiste decir. Y mira, si lo dices porque tienes una voz de "quiero coger", no es mi culpa haber dado por hecho que así era. Si por otro lado lo dijiste porque no eras una Sabina con quien verme cogiendo al espejo, no te apures, ni tenía espejo. Y si crees que es mi culpa que nos quedemos con ganas esta noche, temo confesarte que la disposición la traía yo bien erecta... perdón, bien puesta. 

viernes, 5 de octubre de 2012

De tristezas, psicólogas y otras perversiones...

Hay una simbiosis entre la tristeza y yo, le dije. Yo le permito pasar y tomar todo lo que quiera, que destroce y tire todo, que lo incendie, o que lo empape con agua de mar. Todo se lo permito. A cambio, ella debe permitirme recordar.

- ¿A qué te refieres?- preguntó.

"Con la tristeza yo sé negociar. Cuando empieza su juego, soy su víctima y ella es el objeto de mi deseo. Cuando la melancolía empieza a invadirme, busco la forma ideal para disfrutarla"

- ¿Eso cómo es?

- Esto es algo que ninguno de su gremio tolerará. Le diré si promete no encerrarme en una de esas mazmorras.

- Pruébame.

- Bien, lo que quiero decir es que a la nostalgia la acuesto en mi cama, la dejo que me lastime, que me haga chillar. Pero al final, quien termina dominando soy yo.

- No entiendo.

- Eso, a mi la tristeza no me coge por sorpresa. De hecho, a la tristeza me la cojo yo. La agarro de las nalgas, la pongo frente a la pared y le señalo lo que le faltó mostrarme. ¡La noche, carajo, la noche!

- ¿De quién estamos hablando, perdón?

Ese día salí del consultorio para tomar mi ruta normal. Tomé un café cargado en un Starbuck's que quedaba de camino. Sabía raro, sabía distinto, sabía a bocas ajenas. Y ni modo de reclamarle a la cajera, ¿verdad? ¿Qué me diría?

- Lávate la pinche boca, cabrón. ¿A qué querías que te supiera después de lamerme hasta la cerilla de la oreja?- sí, seguro eso diría. Claro, más tierna, mencionando mi nombre, tamaño de mi pene, sabor de semen, cargado, y con un gracias como suelen entregar las demás bebidas.

A la siguiente sesión, me hizo contarle de mis relaciones personales. Que quería que le dijera qué onda con mis mujeres, dijo. Eso sí, dejé claro una cosa, yo no soy propietario de ninguna mujer, ni tampoco le pertenezco a ninguna. De cogerme a alguien, sería una "ella" que sea de cualquier "él".

- ¿Y la chica del café?

- Hice con ella lo mismo que usted haría si yo me quitara la playera y siguiéramos platicando. Usted estaría en deuda, dejaría de prestar atención a lo que le digo y, por tanto, robando mi dinero (ella se ruboriza, sus ojos voltean a ver si de verdad habría algo en mi torso digno de distracción). Yo tenía que pagar ese café con sabor a muchas bocas.

- Mejor dime una cosa, ¿te sentiste triste nuevamente?

Pobre. Nuevamente. Claro, teníamos una cita la nostalgia y yo ese mismo día. Esta vez vino con una foto que no esperaba. Ella estaba muerta, ella estaba en el portarretratos. Yo estaba en el portarretratos. Y se reía de mí, como si estuviera contenta - la tristeza - de verme derrotado. Esa noche me la volví a coger, y le dije claramente que eso era lo que esperaba. Que me señalara la noche, la purita noche.

- ¿Has pensado que esto pudo ser efecto del café?

- Sí, me queda claro que así fue. ¡Puto café sabor a muchas bocas!

- Retomemos el tema de tus parejas, ¿por qué no te haces de una estable?

(Nota: comencé a divagar en lo que eso significaría. ¿Estabilidad? ¿Que bajo una perturbación, la relación retorne al equilibrio? ¿Que oscile? Decidí cambiar de interpretación.)

- Como le dije, no puedo querer poseer a una mujer. Si alguna persona fuera sensacional, le corresponde al mundo.

- ¿Todo lo haces por los demás?

- Le corresponde al mundo, entre todo también a mí. Por algo no dejo de acostarme con personas, también me voltean a ver con deseo, ¿o no?

- Noto que te gusta que te reconozcan.

- Yo sólo pienso que hay cosas básicas en todas las cosas. Si vamos a tener sexo, de menos que me digan qué les gusta y qué no. Yo hago eso con la tristeza. Por eso llegué aquí. 

Porque le empecé a enlistar las cosas que no quiero que toque de mi habitación y le valió madres. Porque se aparecía en la mañana, y ella, como las otras amantes, debe aparecerse para mostrarme la chingada noche. Porque ya me siento indefenso ante ella, y de ser una amiga con derechos se convirtió en una femme-fatale.

Ahora yo sudaba. Me encontré abrazando mis piernas. Ella me veía fijamente detrás de sus gafas. Comenzó a guardar sus cosas. La sesión había terminado. 

- Hay una forma de comenzar a romper esta dependencia que tienes con la tristeza. Llévame a tu departamento y quítate la playera. Pasearás por todas las habitaciones, impregnando tu aroma a hombre en toda la casa. Cuando comience a tirar todas las cosas valiosas para ti, cuando te las aviente en la cara, y sobre todo cuando te lastime, habrás de gritar. Yo te voy a permitir recordar, sí, pero sabremos exactamente qué es lo que te duele. Si no funciona, estaré en deuda.



(Ah, una cosa más sólo por curiosidad, ¿cómo se ve la noche desde tu ventana?)


martes, 14 de agosto de 2012

La nueva oferta

Esta es una escena típica de película. Estaba sentado en una mesa decorada con cubiertos finos, manteles a cuadros al mero estilo italiano, música instrumental (muchas de las piezas extraídas de películas, otras de compositores minimalistas, otras tantas de música clásica), una noche carente de luna pero con una extraña aparición de más estrellas de lo común, y una vela.

A decir verdad, el reloj de péndulo que no colgaba en mi pared empezaba a desesperarme. No, no tenía ninguno, pero ¡ah, cómo me lo imaginaba burlándose de la cómica situación! Clack... Clack... Clack... Y yo, viendo hacia el frente, como si te mirara a ti directamente a los ojos y tú me vieras a través de la pantalla de tu sala; con tenedor y cuchillo en las manos, apuntando hacia el techo recargados sobre la mesa.

No comas ansias. Ya sé que te estarás preguntando, "Y bueno, ¿a quién carajos estaba esperando este estúpido con una cena elegante bien preparada?", pero no desesperes. Antes de confesártelo, debo contarte un par de sucesos que ocurrieron hace un par de horas... Veamos, ¿por dónde empiezo? ¿Por el timbre?

Empezaré contando que después de misa, me encontré a Pedro. Que cómo estaba, bien y tú qué tal, nada a nada de casarse y pensando en la familia, pero que algo estaba pasando en su matrimonio que estaban descubriendo una nueva etapa de convivencia. ¿Hijos? Que no, pero que ya lo habían platicado, ¿tú qué tal? Saliendo de una relación. Que cuánto llevábamos. Unos cuatro años, quizás. Sabes, me dice, el problema de  nosotros es que no entendemos que no todas aman como quisiéramos, ni amamos como ellas quieren.

Lo demás es chisme, pero me quedé perplejo ante la afirmación de Pedro. Quizás tenía razón. Así que idee un plan:

1. Prepararé la reunión con el amor de mi vida, de tal suerte que sea como realmente me gustaría que fuera.
2. Decoraré el espacio en donde le haré por vez primera el amor (sí, primera. Espera y entenderás.)
3. La vela la apagaré, el amor siempre tiende a tener esas partes oscuras.
4. No me importará cómo sea, la amaré sin esperar absolutamente nada de vuelta.
5. No podré esperar que llegue de forma convencional, no habrá cafecito de preambulo quizás.
6. Es probable que después de amarla un día, quizás unas horas, se termine el sentimiento. No sentiré rencor u obsesión a su presencia y la dejaré irse con calma. Quizás la tendré que marchar yo mismo, en caso de que sea yo el que termine de amar.

De esa forma empecé a esperar en la misma mesa que me encuentro en estos momentos. No, no ha sido tan aburrido. Alrededor de las 7 de la noche sonó el timbre. Era una repartidora de pizzas... Sí, como lo lees, una repartidora. Yo, así como tú, me quedé perplejo de que eso pasara.

- ¿Se encuentra el señor Joaquín Verde?

Y que me la agarro a besos. ¡No te dejes llevar por el morbo! ¿Qué no lo entiendes? Acaba de tocar una mujer entregadora de sabores italianos a mi puerta preguntando por el señor Azul, o algo así. ¿No te das cuenta? ¡Era la forma más anti-yo de amar! Así: a primeras palabras, sin conocerla, extraña situación fuera de lo común. Era la forma en la que yo no esperaría sentir amor.

Claramente me dio un bofetón, pero no importa. Ni modo que esperara que me amara sin violencia. Pero al verme bien me devolvió unos besos cargados de mucha saliva y mordidas traviesas... ¡Auch! Bueno, quizás era más que travesura.

- ¿Debo suponer que usted es el señor Verde?

¿Qué más daba? ¿Amaba al señor Verde? Porque si no lo hacía, entonces daba lo mismo; y si sí, ¿debía esperar yo que me amara de forma exclusiva?

En lo subsecuente hubo varios problemas. Primero, no nos dio tiempo de tener sexo en la mesa, sino que primero caímos al sofá. Vamos a la mesa, le dije, pero que si estaba loco. No, sólo amo de forma distinta. Pues que qué formas tan raras de amar a una desconocida.

Segundo, no apagué la vela porque estaba en la mesa a la cual no la llevé a coger. En ese momento me di cuenta de una cosa tremenda: el amor, definitivamente podría entrar por la piel, el deseo o los olores. Lo que quieras, pero definitivamente sale por los ojos.

Para cuando terminamos de hacer el no-amor, le pedí que al menos se quedara a cenar.

- No puedo, me quedan como 3 minutos para entregar la pizza antes de que me la cobren. ¿Seguro no eres el señor Joaquín Verde?

Y he ahí el por qué sigo esperando sentado, con spaghetti en una cazuela, sandwiches preparados y ahora una pizza de carnes frías. Los cuatro esperando. Claro, porque yo dije que esperaría al amor de mi vida, no al amor repartidor de pan con queso y salami que tiene menos de 30 minutos para amar, antes de que la vida (o su empresa) se lo cobre.

Por ello he decidido una nueva estrategia, y es que tú que me estás leyendo entiendas lo sucedido anteriormente y de antemano sepas lo que no espero. Nos ahorraremos la penosa necesidad de que tengas que amarme como no quieres (aunque según Pedro no debería ser así), y de antemano expongo el plan que tengo hacia contigo.

Apresúrate, podrías llegar tarde.


miércoles, 4 de julio de 2012

Esperanza

(Dale play, comienza a leer)




Despensa en brazos. Llaves torpes. Abrir puerta. Perro brinca. Cocina. Guardar en el refri. Servirle de comer. Buscar. Sentarme. Fumar un cigarro. Espero...

Levantarse. Café. Pan de dulce. Encender la computadora. Orinar. Cargar computadora. Buscar papeles. Ver computadora. Hola. Cita. "Sí, te alcanzo para comer".

Espero...

Matemáticas. Dudas de alumnos. Artículos. Cáncer. Incertidumbre. Ideas. Más ideas. ¡Brillantes ideas!... no salió.

Espero (quizás mañana)...

Vivaldi. No, mejor no, Chazz Knap. Sí. Ojos cerrados. Sueños y utopías. Vida. Corre. Salta. Ya casi... Despierto.

Espero...

Salgo. bicicleta. Trabajo.

Espero...

Espero...

Un poco más...

Espero...

Reunión. Besos. Muchos besos. Vuelta. Quizás lluvia. Eso sí, calorcito. Bueno, está difícil eso. Tu mano. La mía. Restaurante. Velas, madamme? Jazz. Tu sonrisa. Mis alas (que me pones).

Esperamos...

Comida. Caricias. Plática (que no falte). Tu rostro. Vino de calidad. ¡Vino! Mareo (as usual). Sexy. Sucio. Sexo. Otra vez... Sexo. Orgasmooooos. Ahhhhh. Abrazo. Besos. Dormir.

Esperamos...

Amanecer. Mi cama. Tu cama. Nuestra cama. Desnudos. Desayuno. Desnudos. Película. Desnudos. Sueño...

Anochece. No hay sábanas sino brazos y piernas. No frío. Desnuda. Totalmente desnuda. Toda desnuda: piel, cabellos, uñas, dientes, estómago, pulmones, bazo... corazón. Abierto estoy a la desnudez.

Espero...

(ese momento que vendrá)

sábado, 21 de abril de 2012

Intermedio...

(La habitación de un hospital. Un anciano recostado en una camilla va despertando de un largo sueño. En un sillón frente a él, una mujer vieja y bien conservada, o mejor dicho de buen estilo. Se acerca al viejo que va perdiendo color)

Mujer: ¡Enfermera!

Hombre: ¡Shhh! Calla, no dejes que venga.

M: Pero estás... dijeron que no sabían si...

H: Ya, no te preocupes. Ven, acércate, no tengo mucho tiempo.

M: ¡Ay, Dios!

(Silencio. Se quedan viendo. Ella gira la cara)

H: Sigues siendo tan hermosa como cuando te conocí.

M: Ya no estamos para esos comentarios, los años nos han tocado. Mírate, en una camilla. Y yo, yo sin...

H: No miento, siempre lo he creído.

M: ... Escucha, tengo algo que decirte. Quizás debí decírtelo hace años, tal vez antes de casarnos. Pero... yo...

H: no me amaste...

M: No es...

H: Tranquila, lo sé. Lo supe durante mucho tiempo. Lo supe y no. En verdad eres una gran actriz, siempre lo supe, y qué mejor que nuestra propia vida juntos para convencerme de ello.

M: ¿Por qué no hiciste nada?

H: ¿Yo? ¿Y por qué habría de hacer algo?

M: Pues ¿cómo pudiste vivir tantos años conmigo? Yo, una mujer que pocas veces te amó.

H: Mi cielo, con esas veces me bastaron. Y como te lo dije, eres una excelente actriz. Fingiste tantos años ser una adorable mujer, una excelente madre y la mejor de las esposas. Siempre lo supe, pero al mismo tiempo me creí que no era así.

(Ella se levanta dispuesta a irse. Él le sostiene la mano. Está frío.)

H: No sabía por qué no te fuiste, hace unos momentos lo descubrí (ella quiere hablar, pero la interrrumpe). Fuiste feliz y no. Querías tener hijos y no. Querías un esposo que te cuidara y no. Querías tener una linda casa en un bonito vecindario, manejar en autos o camionetas del año, tener vacaciones en el extranjero y hasta 3 veces al año... Y no. Tampoco lo querías.

M: ...

H: Te observaba cuidar a los niños, con suma dedicación, hasta que en largos momentos desearas estar lejos, muy lejos de esta casa. ¿Recuerdas el primer cumpleaños de Miguel? Compraste todo para celebrarlo, pero no invitaste a nadie, bueno, de eso me di cuenta después. Y así fue, como cuando nos fuimos de segunda luna de miel, que te encerraste todo el trayecto del viaje en crucero y sólo salías por las noches a recorrer el barco... Como una fantasma.

M: ¿Y según tú por qué no me fui?

H: Porque no creíste que fueras más feliz de otra forma. Porque al final cuando éramos jóvenes disfrutamos todo, y eso te ató más y creíste que sin ti yo no hubiera podido salir adelante. Después nacieron los niños (recapacita), vaya, es increíble que siendo abuelos aún les diga niños... siempre serán unos niños para mí.

M: ¿Y lo hubiera sido?

H: No lo sé, cariño. Eso era algo que tú debiste analizar. Y seguro sabes la respuesta...

M: ¿Y tú, por qué no hiciste nada?

H: ¡Porque yo era feliz! Sigo siendo feliz. Compartí el resto de mis días con la mujer que amaba.

M: Aunque ella no te correspondía.

H: Aún así. Porque al final le enseñé a mis hijos los valores que creíamos convenientes. Porque te hice el amor de mil y un formas, me enseñaste las posiciones que te gustaban y pervertimos de todo. Nunca nos frenamos. Y cada orgasmo que tenía me aferraba más a tus senos y a tu sexo, a tu cabello y más que nada a tu verbo. Tu forma tan arrogante de hablar, y tan culta. Hice todos mis planes contigo, con la mejor actriz que pudo convencer a su marido, a sabiendas de que era un guión, de que vivieron felices por siempre.

(Ella llora)

H: Oh no, ven, no quise herirte.

M: No lo hiciste. Tienes razón en todo.

(Se acerca a él. Se besan. Ella sigue llorando. Él le limpia las lágrimas, le acaricia la cara y le sonríe.)

H: Bueno. Es hora de irme, me he pasado un poco de tiempo y debo tomar el tren. ¡Te extrañaré, amor mío!

M: Espera, ¿a dónde vas?

(Ella despierta. Se encuentra en la habitación. Su esposo recostado, conectado a maquinas.)


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M: Sí, sí lo fui...

(Oscuro. Fin del intermedio.)

Pensamientos al cerrar el telón...

Dicen por ahí que cuando uno se enferma es porque no habla, quesque tiene cosas atoradas qué decir... Y en verdad yo tengo muchas.

¿A quién? También a ti, querido lector, no ha habido persona en este mundo a quien le haya dicho todo lo que siento... tantas cosas buenas, tantas cosas malas. Ponle el juicio de valor que quieras, siempre habrá uno de cada categoría que no te he dicho.

¿Y por qué? ¡Buena pregunta! Apuesto a que habrás notado que no tengo un estilo fijo a la hora de que estés leyendo esto. No. En verdad estas palabras son para expulsar a través de mis dedos, que atraviesen las redes complejas de la web, y que no sólo no lo diga, sino que además lo lea cualquiera que tenga acceso a este recurso. mejor dicho, algún perdido que tenga acceso a este (in)útil blog por el motivo que sea.

(Pausa)

Nunca había entendido por qué las montañas representan tanto los retos de la vida, hasta ahora. Digamos que yo soy esos escaladores que ven la punta de la montaña y comienzan a perder la esperanza... cuesta más trabajo respirar y cuando lo logras, el frío se te meté por todo el tracto respiratorio, hace estragos en los pulmones, duele el pecho, y el corazón se lastima.

La situación es la siguiente: Imagina que tienes frente a ti tu sueño hecho realidad, sueño que cargas noche con noche desde hace años. Lo tienes frente a ti, lo quieres tomar, lo hueles y hasta te dejan probarlo... Pero no está en tus manos. Dependes de trámites, de personas, de un sin fin de cosas.

(Cierra los ojos, el telón sigue cerrado. Han anunciado el intermedio)

Acabo de verlo detrás de la cortina. Allí está, me sonríe. Eso creo...

Se llama Tesis. O mejor dicho Sobre bifurcaciones secundarias en sistemas de tipo Reacción-Difusión, como le puse al bebé. ¡Miren, ya está empezando a hablar! ¡Observen, ya estructura enunciados! Pero tiene un defecto... no corre. Y lo que es peor, ¡no ha aprendido a volar!

Hoy en la tarde tuve un pensamiento, "si me siento así por una tesis de licenciatura, ¿qué no sentiré de una de doctorado?"

O lo que es peor...

"¿Es realmente esta carrera para mí, esta que tanto amo, deseo y juré ejercer hasta el último día de mi vida?"

(Los pensamientos fluyen de cabeza a ojos)

"Y si no soy para lo que más me gusta hacer, ¿qué es para mí?"


"¿Seré un buen actor?"


"¿Un buen hijo?"


"¿Un buen hermano?"


"¿Un buen ejemplo a seguir?"


"¿Un buen conferencista?"


"¿Un buen amigo?"


"¿Un buen amante?"


Quizás sólo la muerte nos entregue ese tipo de respuestas...

...en el intermedio, duele tratar de descubrirlo.

jueves, 19 de abril de 2012

Amantes (dos)

La Junkie

- Apestas.

Tenía razón.

- Hay dos olores que reconozco a la perfección, el de la marihuana y el olor a sexo.

Toda la razón.

- ¿Y a esta por qué te la tiras? ¿Te hace volar, acompañado de hierba?
- No, sólo flotar.

Y es que cabe aclarar que no es lo mismo, aunque lo parezcan. Pero a la mala hay que aprender la diferencia.

Y así fue, al día siguiente, al entrar a casa la encontré con no sé cuántos porros consumidos. Ella, desnuda, fumando el último de ellos. Se acercó a mí cadenciosa, trastabillando, torpe.

- ¿Ahora te parezco atractiva?

No respondí

- ¿Qué pasa, cabrón?- me dijo justo después de meterse una pastilla a la boca.

Y en cuestión de segundos la tenía en el asiento del auto, después de un ataque por sobredosis en camino al hospital. Después de ser atendida por los médicos me dejaron pasar la noche con ella, hasta el día siguiente en que despertó.

- ¿Volaste o flotaste? - le pregunté.
- Nada de eso, me caí.

sábado, 14 de abril de 2012

Amantes (uno)

La Matemática


- Y bueno, ya que estamos en esas, ¿cuántas amantes has tenido?
- No llevo la cuenta.
- Bueno, ten la maldita amabilidad de decirme con cuántas sigues saliendo, ¿no?
- Por eso, te digo que no llevo la cuenta.

Nunca se lo oculté con la intención de engañarla. No, la existencia de mis amantes no es, ni será, la de amar a tantas como mi cuerpo (y mis bolsillos) puedan sostener. Lo oculté por evitar lo que sucedería después de esta noche en la que discutimos... o mejor dicho, discutió, sobre la existencia de todas estas personas; sobre lo inevitable que sucedería (que sucedió) si ella llegara a pensar en...

-... ¿Y por qué crees tú que no puedo ocupar ese lugar?
- Lo sé, cielo. No quiero que sea así, también sé que no quieres.
- ¡Claro que quiero! Te demostraré que puedo ser mejor amante que esa zorra que te cogiste en el estudio. Dime, ¿es matemática?

Durante dos días no la vi salir del estudio. Por lo que vi, ni siquiera salió a trabajar, quizás ni siquiera a comer. No contestaba. No hablaba. Al tercer día, llegando a casa, la encontré escribiendo ecuaciones en el pizarrón. Ninguna de ellas tenía errores aritméticos. Ninguna de ellas hacía sentido alguno.

- ¿Qué haces?

No contestó.

Me acerqué. Seguía atenta al pizarrón, descubriendo patrones donde no existían. Se volteó y con fuerza despojó mis pantalones del cinturón. Con torpeza desabotonó cada uno de los botones que sostenían mi camisa.

Tomó residuos de gis que se encontraban en el pizarrón y, mientras la penetraba, atascaba mi torso desnudo con manchas del polvo blanco. Tomé del mismo y dejé mis manos marcadas en sus senos, en sus nalgas, en su espalda.

- ¿Por qué lo haces?
- ¿Por qué hago qué?
- Cogértela
- Porque me inspira
- ¿Y qué recibe ella a cambio?
- Coautoría.
- ¡Intégrame!
- Eso no tiene sentido (la penetro ante el pizarrón)
- ¡Derívame! (toma un gis)
- ...
- ¡Entonces trázame una línea curva que pase por todos mis puntos eróticos, uno a uno, que los toque cerca... muy cerca, nunca allí. Así, hasta que no pueda más, no resista, y te obliga a que tu curva me penetre junto con tu miembro y concluya en el punto máximo de nuestro orgasmo!
-... Eso sí que tiene sentido.

Le arrebaté el gis, la quité de mi lado y comencé a escribir letras, números, y otros símbolos. Un modelo. Un modelo dinámico. Y la solución estaba en sus palabras: una órbita que pasara cerca de todos los puntos de equilibrio del sistema, tan cerca como uno quiera, hasta converger eventualmente a uno de ellos. Una especie de caos.

- Lo siento, cielo. No podía dejar que se me fuera esta idea, tu idea. Por cierto, ¿te gusta el Journal of Mathematical Biology para poner tu nombre junto el mío en un artículo?