martes, 14 de agosto de 2012

La nueva oferta

Esta es una escena típica de película. Estaba sentado en una mesa decorada con cubiertos finos, manteles a cuadros al mero estilo italiano, música instrumental (muchas de las piezas extraídas de películas, otras de compositores minimalistas, otras tantas de música clásica), una noche carente de luna pero con una extraña aparición de más estrellas de lo común, y una vela.

A decir verdad, el reloj de péndulo que no colgaba en mi pared empezaba a desesperarme. No, no tenía ninguno, pero ¡ah, cómo me lo imaginaba burlándose de la cómica situación! Clack... Clack... Clack... Y yo, viendo hacia el frente, como si te mirara a ti directamente a los ojos y tú me vieras a través de la pantalla de tu sala; con tenedor y cuchillo en las manos, apuntando hacia el techo recargados sobre la mesa.

No comas ansias. Ya sé que te estarás preguntando, "Y bueno, ¿a quién carajos estaba esperando este estúpido con una cena elegante bien preparada?", pero no desesperes. Antes de confesártelo, debo contarte un par de sucesos que ocurrieron hace un par de horas... Veamos, ¿por dónde empiezo? ¿Por el timbre?

Empezaré contando que después de misa, me encontré a Pedro. Que cómo estaba, bien y tú qué tal, nada a nada de casarse y pensando en la familia, pero que algo estaba pasando en su matrimonio que estaban descubriendo una nueva etapa de convivencia. ¿Hijos? Que no, pero que ya lo habían platicado, ¿tú qué tal? Saliendo de una relación. Que cuánto llevábamos. Unos cuatro años, quizás. Sabes, me dice, el problema de  nosotros es que no entendemos que no todas aman como quisiéramos, ni amamos como ellas quieren.

Lo demás es chisme, pero me quedé perplejo ante la afirmación de Pedro. Quizás tenía razón. Así que idee un plan:

1. Prepararé la reunión con el amor de mi vida, de tal suerte que sea como realmente me gustaría que fuera.
2. Decoraré el espacio en donde le haré por vez primera el amor (sí, primera. Espera y entenderás.)
3. La vela la apagaré, el amor siempre tiende a tener esas partes oscuras.
4. No me importará cómo sea, la amaré sin esperar absolutamente nada de vuelta.
5. No podré esperar que llegue de forma convencional, no habrá cafecito de preambulo quizás.
6. Es probable que después de amarla un día, quizás unas horas, se termine el sentimiento. No sentiré rencor u obsesión a su presencia y la dejaré irse con calma. Quizás la tendré que marchar yo mismo, en caso de que sea yo el que termine de amar.

De esa forma empecé a esperar en la misma mesa que me encuentro en estos momentos. No, no ha sido tan aburrido. Alrededor de las 7 de la noche sonó el timbre. Era una repartidora de pizzas... Sí, como lo lees, una repartidora. Yo, así como tú, me quedé perplejo de que eso pasara.

- ¿Se encuentra el señor Joaquín Verde?

Y que me la agarro a besos. ¡No te dejes llevar por el morbo! ¿Qué no lo entiendes? Acaba de tocar una mujer entregadora de sabores italianos a mi puerta preguntando por el señor Azul, o algo así. ¿No te das cuenta? ¡Era la forma más anti-yo de amar! Así: a primeras palabras, sin conocerla, extraña situación fuera de lo común. Era la forma en la que yo no esperaría sentir amor.

Claramente me dio un bofetón, pero no importa. Ni modo que esperara que me amara sin violencia. Pero al verme bien me devolvió unos besos cargados de mucha saliva y mordidas traviesas... ¡Auch! Bueno, quizás era más que travesura.

- ¿Debo suponer que usted es el señor Verde?

¿Qué más daba? ¿Amaba al señor Verde? Porque si no lo hacía, entonces daba lo mismo; y si sí, ¿debía esperar yo que me amara de forma exclusiva?

En lo subsecuente hubo varios problemas. Primero, no nos dio tiempo de tener sexo en la mesa, sino que primero caímos al sofá. Vamos a la mesa, le dije, pero que si estaba loco. No, sólo amo de forma distinta. Pues que qué formas tan raras de amar a una desconocida.

Segundo, no apagué la vela porque estaba en la mesa a la cual no la llevé a coger. En ese momento me di cuenta de una cosa tremenda: el amor, definitivamente podría entrar por la piel, el deseo o los olores. Lo que quieras, pero definitivamente sale por los ojos.

Para cuando terminamos de hacer el no-amor, le pedí que al menos se quedara a cenar.

- No puedo, me quedan como 3 minutos para entregar la pizza antes de que me la cobren. ¿Seguro no eres el señor Joaquín Verde?

Y he ahí el por qué sigo esperando sentado, con spaghetti en una cazuela, sandwiches preparados y ahora una pizza de carnes frías. Los cuatro esperando. Claro, porque yo dije que esperaría al amor de mi vida, no al amor repartidor de pan con queso y salami que tiene menos de 30 minutos para amar, antes de que la vida (o su empresa) se lo cobre.

Por ello he decidido una nueva estrategia, y es que tú que me estás leyendo entiendas lo sucedido anteriormente y de antemano sepas lo que no espero. Nos ahorraremos la penosa necesidad de que tengas que amarme como no quieres (aunque según Pedro no debería ser así), y de antemano expongo el plan que tengo hacia contigo.

Apresúrate, podrías llegar tarde.


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