miércoles, 26 de enero de 2011

Nunca nadie volvió para contarlo.

No pasaba aún de la medianoche cuando, armados con un par de linternas, ella y yo entramos a la vieja fábrica de telas. Recuerdo que alguien me había advertido alguna vez que no traspasara sus pesados portones de hierro, que nunca nadie había vuelto para contar de sus interiores.

   -Esas son boberías- me dijo cuando di el primer paso dentro del oscuro lugar.- ¿O qué? ¿Tienes miedo?

"Por supuesto que no", le dije, aunque estaba temblando de nervios. Y es que nunca he creído en historias de fantasmas o de entes cuya naturaleza no ha sido explicada por la ciencia, sin embargo ¿no es cierto que siempre existe un intervalo de incertidumbre? Pero qué más podía hacer, dentro estaba y la enorme puerta de la fábrica se azotó bruscamente por acción del aire.

   -¿Cuántas veces has venido por aquí?- le pregunté.
   -Más a menudo de lo que te imaginas.
   -¿En serio? No pareces una chica muy aventurera que digamos.

Y en efecto, era de estatura corta y portaba gafas enormes. Llevaba una blusa azul que, en los setentas, hubiera sido muy atrevida, además de una falda más apegado al estilo hippie. Su cabello lacio y largo iba alborotado y no definía precisamente el lugar hacia el cual quería acomodarse.

   -Podrías sorprenderte de ello- me dijo, al tomarme de la mano.


***

   - ¿Estás perdido?
   - ¿Eh?, ahm sí. Venía con unos amigos pero a todos los perdí en el camino, estábamos buscando la vieja fábrica de telas. ¿La conoces?
   - La conozco muy bien.
   - Seguro mis amigos me esperan allá, ¿podrías decirme cómo llego?
   - Es complicada la ruta, nunca darías con ella.
   - Puedo darte una lana, mira, ellos me esperan y llevo ya un buen rato perdido.
   - Tu dinero no me sirve, pero si quieres puedo acompañarte, sólo préstame una linterna.
   - ¿Estás segura? Digo, ya es noche y seguro alguien te debe estar esperando.
   - Algo así, pero digamos que me queda de paso.
   - ¿En serio? Muchas gracias. No sé cómo podría pagártelo.
   - Yo sí, pero eso lo podemos ver luego. Por ahora no pierdas la ruta, y sígueme.

***
Cada vez que la linterna iluminaba un muro o el suelo se podían ver telas de colores casi inimaginables. Por un momento pensé que en su tiempo debió haber sido la productora de las telas más caras del país. Lo más curioso es que de tantas que había, cuando uno pasaba la luz por el mismo punto ya no volvía a ver nada parecido, las telas turquesas desaparecían para abrir paso a las metálicas.

Algo cercano a mi pierna pasó a gran velocidad, no podría decir si corriendo o qué, pero me asusté y dejé caer la lámpara al suelo. Quedé ciego unos momentos y la angustia comenzó a atacar mi sistema nervioso, cuando al fin encontré la lámpara le di un par de golpes para que reaccionara. No tuve éxito.

Más terrorífico que quedar a oscuras fue el hecho de notar que había caminado solo durante quién sabe cuánto tiempo. Grité para ver si la chava con la que venía o alguno de mis compañeros corría a mi rescate. Por vez primera entendí lo que significaba un grito ahogado y la parálisis de miedo, tropecé con una tela y permanecí en el suelo por mucho tiempo. Sentí en mis mejillas una ligera corriente de aire, sutil, limpia, blanca.

Decidí arrastrarme por el suelo para evitar hacer ruido alguno, en eso sentí un par de piernas en la oscuridad. Juro que grité en el momento en que un par de brazos me tomaron y me levantaron, una luz intensa brilló en mi cara dejándome aturdido.

   - ¡Güey! ¿Qué pedo? ¿Dónde te habías metido?
   - ¿Jorge?- pregunté.
   - No, pendejo. El Chapulín Colorado... pues sí, escuchamos tus gritotes de vieja y vine a buscarte.
   - ¿Dónde están todos?
   - No vas a creer esto hermano, es el paraíso.
   - No mames cabrón, no me chingues.
   - No güey, ven y velo por tu cuenta.

Me aferré al brazo de Jorge para no volver a perder la pista. Cuando volví en mí estábamos en una especie de bodega enorme, la luz de la noche entraba no sé por donde pero estaba completamente iluminada. Sobre los montones de telas había una colección impresionante de cuerpos revolcándose por pares, una orgía entre mantas rojas brillantes de seda. Todos mis amigos estaban besando mujeres hermosas, que en mi vida creí que podría encontrar.

Jorge se despojó de su ropa en un segundo y corrió hacia una de ellas, alta, pelirroja y con unos senos bien definidos. Mientras contemplaba la erótica escena, me tomaron de la mano y una boca se acercó a mi oreja, "ya sé cómo puedes devolverme el favor" decía, y al voltearme vi que la chica que fue mi guía se desnudó al momento, dejándome ver su anatomía completa.

Caminó hacia mí y comenzó a quitarme la camisa y el pantalón con destreza, casi ni pude saber el momento en el que mi piel entró en contacto con el frío del lugar. La besé y ella nos envolvió en una sábana negra que brillaba con la Luna, acaricié sus redondos pechos con lujuria y la penetré casi al momento. Ella se aferró de mi cuello y comenzó a agitarme el cabello, al ritmo del placer. Tenía sus manos en mis nalgas y las apretaba cuando un orgasmo le ordenaba que lo hiciera, una y otra vez. Y juro que la amé, como nunca pude amar a nadie en mi vida. Entre sus gemidos alcancé a escuchar un susurro de sus labios.
   - Quédate conmigo.
   - Así será.
   - Por siempre.

***
   - Oye, ¿falta mucho?
   - No tanto.
   - Es que ya es noche y seguro tengo que llegar a casa, ¿tú vives sola? Digo porque parece que te manejas muy bien por tu cuenta. No digo que a lo mejor no tengas a nadie, no, seguramente tu novio te conciente mucho y quizás hasta debe estar preocupado por ti. ¿Novia yo? No, no te creas, creo que no soy del estilo que puede estar mucho tiempo con alguien en ese sentido, si me entiendes. Tuve alguna vez una relación muy alocada, ya sabes, la pasión y esas cosas pero no funcionó. Y es que cuando las cosas no son, pues no son, eso es lo que siempre digo yo, por ejemplo, cuando veníamos para acá Jaime se quedó porque se puso hasta la madre con una chela que nos tomamos. Dice que empezó a ver cosas y ya sabes, lo que la borrachera te hace ver. Yo nunca he creído en los muertos, ¿qué opinas? ¿Crees en los muertos?
   - ¿Siempre hablas tanto o estás nervioso?
   - ¿Nervioso? No, para nada, todo chido. Pero pues uno nunca sabe qué se puede encontrar en estas cosas. Yo más bien creo que miedo hay que tenerle a los vivos, digo, a última instancia los muertos qué. Es más tan no son de miedo que hasta hay una leyenda que dice que una vez que uno muere, cuando llega la Flaca, uno le tiene que poner con ella para pasarse del otro lado, ya sabes, allá donde ves a los esqueletos y a los que tienen el cuerpo translúcido. Así que imagínate, si para pasar entregar los tennis uno tiene que tener sexo con la huesuda, pues qué a toda madre ¿no? De hecho yo sí he tenido sueños eróticos así, me pregunto ¿Cómo será la Muerte? Digo, a lo mejor y sí está bien delgada, pero igual y es una rubia medio agringada con unos pechos enormes, ¿o tú qué piensas?
   - Yo no creo en la Muerte, pero si en los muertos.

(Ella, con sus delgadas manos, abre los enormes portones de la fábrica de telas. Ambos entran)

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